miércoles, 20 de octubre de 2010

El estático paso del tiempo

Un alma melancólica se vuelve a desertar, se rasca la cabeza y estira los brazos para quitarse el pesar del sueño, camina hacia el baño para ver el reflejo que produce el espejo delante del lavamanos y percatarse que nada ha cambiado aún.

Un alma melancólica se levanta, va al baño, y comienza perezosamente a atravesar por entre las suaves telas de su vestimenta aún heladas lo que le produce cierto escalofrío, cuando acaba, se dirige a la cocina y se prepara una tasa de café y al beberla saborea el amargo líquido marrón que atraviesa ahora por su garganta.

Un alma melancólica se levanta, va al baño, se viste, toma desayuno y se alista para salir revisando que su bolso contenga todo lo que pueda necesitar, se coloca su largo y pesado abrigo negro y atraviesa el umbral de su casa cargando en su mano izquierda un paraguas que abre mientras se dirige al paradero del autobús.

Un alma melancólica se levanta, va al baño, se viste, toma desayuno, se alista para salir, va a coger el autobús y al subir mira al chofer que sigue con la mirada fija en el camino, pero que aún así le entrega el boleto después de recibir el dinero, camina hacia un asiento vacío junto a la ventana, mientras nadie se percata de su presencia, se sienta, y de su bolso saca un par de audífonos y se encierra en su mundo de pensamientos, divagaciones y melodías.

Un alma melancólica se levanta, va al baño, se viste, toma desayuno, se alista para salir, va a coger el autobús y sube a este y comienza a encerrase en su mundo, mientras el resto todavía no se percata de su presencia...

El alma melancólica camina por calles conocidas y ve rostros que se le hacen familiares, hace frío ya que llueve y es temprano por la mañana, así que se hunde aún más su nariz en el largo cuello del abrigo, mientras sigue caminando.

Camina y camina, cruza calles, sube cuestas, baja escalones...moja sus botas en una poza pero no le importa, a nadie le importa ya que sigue divagando gracias a las melodías que escucha a través de sus audífonos, por lo que es la ultima calle, cuando cruza como habitualmente lo hacía, la melancólica alma no se percata que entre la lluvia se aproxima el autobús, que la arrolla justo en el minuto que esta esbozaba una sonrisa bajo el cuello largo del abrigo negro.

El paraguas se resbala de sus dedos y vuela por sobre su cabeza para caer al otro extremo de la calle, su bolso se rompe revelando que no portaba nada en su interior y la melancólica alma yace en el suelo de la calle bajo la lluvia, con los ojos abiertos, pero no ven nada, con la boca abierta, pero sin esbozar murmullo alguno y su nariz al aire pero sin respirar siquiera un gramo de oxigeno.

Allí bajo la lluvia la melancólica alma va empalideciendo lentamente, mientras los curiosos se aproximan para ver la escena y otros, algunos otros como la melancólica alma, siguen con su paso, caminando, cruzando calles, subiendo cuestas, bajando escalones y divagando entre las melodías que se producen a través de sus audífonos.

Entonces suena el despertador y un alma melancólica se vuelve a despertar, se rasca la cabeza y estira los brazos para quitarse el pesar del sueño, camina hacia el baño para ver el reflejo que produce el espejo delante del lavamanos y percatarse que nada ha cambiado aún...

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